Llegamos a esta casa hace 2 años, la compramos cuando la vimos anunciada en el periódico, nos pareció un buen precio y una buena oportunidad para dejar de rentar, la casa era muy bonita y ya estaba prácticamente amueblada, solo hacia falta comprar un par de camas y una sala, todo lo demás, ya estaba allí.
Sarah, nuestra hija, nació con un pequeño problema, es muda, aun con eso, es la niña más adorable del mundo, con los gestos de risa más encantadores, pero nunca ha salido ningún sonido de su boca. ¿Triste? en cierta medida, pero mi esposa y yo ahora estamos muy acostumbrados a ello, y nunca nos molestamos en cuanto a su silencio, porque ella siempre está muy feliz con la vida, algo que incluso admiramos.
Hace algunos días y después de trabajar tanto decidimos repintar la casa, contratamos a una compañía para que pintaran toda la casa una vez, entonces algunos muebles ya no encajan y desentonan con la nueva pintura, uno de ellos y el mas notable, es el tocador que esta en el cuarto de mi hija.
Mi esposa y yo pensamos que sería agradable conseguirle un tocador nuevo, puesto que estaba creciendo y podría darle uso a unos cuantos cajones más. Encontramos uno que era lindo y que combinaba con su habitación blanca y verde azulado.
Cuando por fin encontramos el mueble que le gustó a mi hija lo compramos y al siguiente día lo fueron a entregar, pedimos que lo subieran hasta la habitación de mi hija, para solo mover el anterior y colocar el nuevo.
Cuando comenzamos a mover el mueble, note que era muy pesado, creo que bastante mas pesado de lo inusual, asi que lo arrastre al frente con mucho esfuerzo, al moverlo un poco alcance a ver que en una parte de la pared, detrás de ese mueble, faltaba pintura, primero me moleste y le llame a mi esposa, por que no era posible que la empresa de pintura hiciera tan mal su trabajo.
Le pedí a mi esposa que me ayudara a quitar el mueble para poder mandar una fotografía a la empresa y que mandaran a alguien a corregir el problema.
Me llevé una gran sorpresa al descubrir que realmente no faltaba pintura, mas bien, parecía estar escurrida, y lo que había en la pared, era como una estampa, como de una hoja de revista donde se veía a un hombre con un traje gris, un rostro serio, estirando la mano como si fuera a saludarte.
Imaginé que era precisamente eso, un recorte de una revista pegado en la pared y que al ser de un papel brilloso la pintura no se había adherido como es debido, asi que me dispuse a quitar aquel papel de la pared, para enviar las fotos a la empresa.
Traté de rasparlo de la pared, pero fue inútil. Mi esposa incluso pensó que era inquietante, pero dado que lo íbamos a cubrir con el tocador nuevo, podíamos simplemente dejarlo ahí.
Me llevé toda la tarde en intentar quitarlo, al final me rendí y dejamos ambos muebles fuera del cuarto de mi hija para acomodarlos al siguiente día que regresáramos de trabajar.
A la mañana siguiente, muy temprano mi esposa fue al cuarto de mi hija para despertarla e irnos al escuela, toco la puerta del cuarto pero mi hija no abría. Escuché un grito, me levanté de mi cama lo mas rápido que pude y corrí hacia su voz, la cual provino de la habitación de Sarah, mi hija.
—Tenía que hacerlo —dijo el hombre—. Y lo siento mucho. He estado ahí desde hace demasiado tiempo, hace años tomé el lugar de la persona que estaba atrapado antes que yo.
—Lo único que tienen que hacer, es encontrar a alguien a quien ella le pueda decir: “Toma mi mano amigo”. Miren, yo también fui engañado, pero, por favor, entiendan: tengo una familia que no he visto en Dios sabe cuánto tiempo. Se los prometo, esto funcionará para ella, porque funcionó conmigo.
Parado en el medio de la habitación, estaba el mismo hombre de la pared con su traje gris. Solo que ahora era de tamaño real y se veía vivaz y feliz, estirando su espalda y cuello.
Lo observé, presionando mis puños y sin saber cómo responder.
Mi esposa tenía las manos sobre su boca, con ojos amplios, observando la pared donde faltaba pintura. Una imagen clara de Sarah estaba en la pared, en el mismo lugar en donde el hombre había estado, estirando la mano como si fuera a saludarte.